Los estresores o situaciones desencadenantes del estrés se definen como cualquier estímulo externo o interno (físico, químico, acústico, somático o sociocultural) que de forma directa o indirecta desestabilizan el equilibrio dinámico del individuo.
Existen ocho grandes categorías de estresores: situaciones que fuerzan a procesar la información rápidamente, estímulos ambientales dañinos, percepciones de amenaza, alteraciones de funciones fisiológicas (enfermedad, drogas), aislamientos y confinamiento, bloqueo de nuestros intereses, presión grupal y por último frustración.
Refiriéndose a los cambios psicosociales que pueden acontecer por estos estresores, Lazarus realizó una clasificación en cuatro tipos de desencadenantes del estrés:
Estresores únicos: hacen referencia a catástrofes y cambios dramáticos en las condiciones del entorno de las personas. Afectan a un gran número de ellas. Dentro de esta categoría se encontrarían las situaciones bélicas, terrorismo, víctimas de violencia, enfermedades terminales, situaciones de cirugía mayor, migración y desarraigo, catástrofes naturales y sucesos altamente traumáticos (divorcio, pérdidas familiares, etc). Tienen en común que el efecto traumático físico y/o psicológico se mantienen de forma prolongada. Estos estresores son los responsables de las reacciones de estrés agudo y pueden dar lugar al Trastorno de Estrés Postraumático.
Estresores múltiples: Se trata de acontecimientos que pueden hallarse fuera del control de una persona, como la muerte de un ser querido, una amenaza a la propia vida, una enfermedad incapacitante, pérdida de empleo u otro tipo de acontecimientos que están fuertemente influidos por la propia persona, como el caso de divorcios, tener un hijo, someterse a un examen importante, etc. Estos estresores múltiples son los responsables del estrés crónico
Existe una serie de áreas de la vida de las personas que suponen alteraciones con una trascendencia vital, que son altamente significativos y por tanto fuentes desencadenantes de estrés. Estos cambios serían:
- La vida en pareja: matrimonial y extramatrimonial
- Paternidad (dificultades paterno-filiales, enfermedad de un hijo)
- Relaciones interpersonales (disputas, relaciones difíciles con un jefe o vecino…)
- Ambito laboral (paro, jubilación, problemas académicos)
- Situaciones ambientales (cambio de residencia, inmigración)
- Ambito económico (manejo inadecuado de finanzas, cambio de estatus económico)
- Cuestiones legales (ser detenido, encarcelado, pleitos, juicios)
- Proceso evolutivo de las personas (pubertad, menopausia, “crisis de los cuarenta”
- Lesiones o enfermedades somáticas
- Otros tipos de estrés psicosociales (sufrir persecución, embarazo no deseado)
- Niños o adolescentes: malas relaciones con padres u hostilidad abierta, trastornos somáticos o mentales en miembros de la familia, intrusismo paterno-filial, insuficiente control paterno, situación familiar anómala
El padecimiento de varios de estos estresores tiene un efecto sumativo, pudiendo llegar a tener el mismo impacto que un estresor único. Los estresores múltiples actúan cambiando los patrones de comportamiento automatizados y manteniendo respuestas de estrés crónicamente hasta que se produce una acomodación a las nuevas condiciones.
Estresores cotidianos: Suponen pequeñas situaciones que pueden perturbarnos o irritarnos en un momento dado, se trata de alteraciones de las rutinas diarias como sufrir un atasco o quedarse sin dinero suelto. Hay que diferenciar dos tipos de estresores cotidianos:
- Las contrariedades que causan malestar emocional o demandas irritantes, que pueden ser problemas prácticas como perder algo, mancharse un traje, etc), sucesos fortuitos, como fenómenos metereológicos o rotura de un objeto o problemas sociales: decepción por parte de un ser querido o tener problemas familiares
Los estresores cotidianos son responsables de desencadenar procesos de estrés en un porcentaje estadísticamente mayor que el producido por los estresores únicos y múltiples.
Estresores biogénicos: actúan directamente sobre el organismo causando o desencadenando la respuesta de estrés. Estos estímulos evitan el mecanismo de valoración cognitiva y trabajan directamente sobre los núcleo elicitadores neurológicos y afectivos.
- De tipo exógeno: ingestión de sustancias: anfetaminas, fenilpropanolona, cafeína, teobromina, teofilina o nicotina o ciertos factores físicos como los estímulos que producen dolor, calor, frío extremo o estímulos auditivos de alta intensidad
- De tipo endógeno: cambios hormonales como los que ocurren en la pubertad, síndrome premestrual, post-parto o menopausia.